Si el confinamiento ha sido una prueba de fuego para todos, para las personas con autismo el reto se multiplicaba. «Son personas que requieren una serie de rutinas y referencias para mantener la estabilidad en su día a día» explica Rebeca de Pablo, responsable del área atención a personas con Trastorno de espectro autista (TEA) de Valentia en Huesca.
En el Centro Manuel Artero se atiende a 210 personas con discapacidad intelectual, 60 de ellos acuden a diario al centro; entre ellos 15 personas con Trastorno de Espectro Autista de los cuales 6 entran al centro solo unas horas, hasta que el pasado mes de marzo, cuando la crisis sanitaria provocada por el COVID-19, trastocó nuestras vidas.
«Durante este tiempo, hemos trabajado en dos líneas. Por un lado, mantener al máximo las rutinas con las personas con autismo que viven en el centro; por otro, establecer contacto a través de video llamada con los usuarios que no podían venir al centro en horario de centro de día», explica Rebeca de Pablo.
«Las personas con autismo nos han dado una lección tremenda», asegura. «Entendieron muy bien desde el primer momento que la situación era complicada y han reaccionado muy bien». En el Centro Manuel Artero se mantuvo una zona específica para trabajar con las personas con autismo en la que poder mantener la normalidad en un momento tan excepcional.
«Hemos seguido realizando prácticamente las mismas actividades y hemos extremado la precaución para que las personas de referencia para ellos siguiéramos siendo las mismas», comenta Rebeca.
Y la respuesta que han obtenido ha sido más que positiva. «Ellos han sido muy fuertes y nos lo han puesto muy fácil», confiesa.
Otro de los aspectos más importantes en el desarrollo del trabajo ha sido la relación con las familias. «Las hemos llamado todas las semanas. Han estado muy encima y han ayudado a trasladar un mensaje de tranquilidad a todos los usuarios».
Cambios con la desescalada para las personas con Trastorno de Espectro Autista
Cuando comenzó la desescalada empezaron a introducir algunos cambios. Algunos de las personas con autismo que viven en el centro han empezado a salir un poco en el horario reservado para colectivos más vulnerables, respetando siempre las medidas de precaución. Además, Rebeca explica que «con tres de los usuarios que están en casa, hemos empezado a salir. Solemos ir al Centro Dr. Olivera, que está en Arascués y que dispone de una finca en la que pueden estar en contacto con la naturaleza. Allí almorzamos e incluso uno de ellos ha trasladado allí una de sus actividades preferidas y está pintando uno de los muros de la finca. Y antes de volver, compartimos unos minutos de relajación. ¡Incluso algún día nos hemos acercado a disfrutar de las vistas del Pirineo!».
Además, algunos de los usuarios de centro de día ya han empezado a asistir de nuevo de forma voluntaria. «Hay familias que prefieren extremar las precauciones y mantenerse así hasta septiembre».
Una experiencia que como ella misma reconoce «ha sido complicada, por la angustia y el temor a que los profesionales pudiéramos contagiar a las personas con autismo que estaban en el centro sin salir, a pesar de seguir todas las recomendaciones y protocolos».
Sin embargo, «el trabajo de control y medidas tomadas para evitar contagios que se he llevado a cabo en el centro, ha sido muy eficaz y con lo fácil que nos lo han puesto ellos, no ha habido ningún problema», concluye satisfecha.